Travesía Suroeste Antioqueño 2012 - Raúl Mesa
- Detalles
El Equipo Trotones realiza la travesia de 160 km por el suroeste antioqueño.
INTEGRANTES: MAURO GALLEGO, EDGAR GALEANO, EDUARDO RESTREPO Y RAÚL MESA
MUNICIPIOS: Caldas, Fredonia, Jericó, Támesis, Valparaíso, Pintada, Santa Bárbara y Montebello.
DISTANCIA: 160 KILÓMETROS
TIEMPO: TRES DÍAS
FECHA: ENERO 2012
Mauro, Raúl, Edgar y Eduardo.
CRÓNICA
En la mañana del dos de enero de 2012, los compañeros de Trotones, Mauro Gallego, Raúl Mesa, Edgar Galeano y Eduardo Restrepo, nos dimos cita en el Parque Principal de Caldas con el propósito de iniciar la Travesía que denominamos del Suroeste Antioqueño, la cual, incluyó los municipios de Caldas, Fredonia, Jericó, Támesis, Valparaiso, La Pintada, Santa Bárbara y Montebello en el corregimiento de Sabaletas; recorrido de 160 kilómetros, programado para tres días.
La salida se dio desde el Parque de Caldas, a las siete en punto, donde después de la visita a la iglesia, el consabido desayuno de café y buñuelos en Pipopara y la tradicional fotografía, se acomodaron los morrales, se pusieron en marcha los cronómetros y con toda la energía y el ánimo iniciamos el recorrido caminando a paso largo, tres kilómetros hasta el sector de Primavera, donde, también con registro fotográfico y con el mismo ánimo, empezamos el trote suave hacia nuestro primer objetivo, el municipio de Fredonia, al cual, llegaríamos por la ruta de la Tolva, Piedra Verde, 32 kilómetros de carretera destapada, quebrada, bastante agradable con un paisaje bellísimo, rodeado de grandes extensiones de pino. Todo marchaba perfecto, pero antes de cumplir las dos horas de recorrido, ya nuestro compañero Edgar, empezó a quejarse, al parecer, le dolía todo, nunca entendimos el porque de sus dolencias, pero, así, sucedió durante todo el recorrido.
Zona de Piedra Verde.
Estando en Piedra Verde, cambiamos el recorrido y dejamos la carretera, para tomar un atajo, que con mucha dificultad y sorteando todos los obstáculos posibles nos llevó, hasta Fredonia. Este atajo, nos brindó la oportunidad de pasar por algunas veredas del municipio, donde recientemente y a causa del intenso invierno se presentaron varios deslizamientos de tierra, causando la destrucción de viviendas, puentes y el taponamiento de todos los caminos, pero por fortuna, tuvimos dos aciertos, los cuales empezaron a dejar huella en nuestro recorrido. En una de esta veredas, la Toscana y por cosas del destino, el compañero Mauro, encontró a la Tía Maruja, a la cual, no veía ya hace bastante tiempo, el encuentro fue bien emocionante, a pesar de que la Tía Maruja, era una de las afectadas y desplazada con los deslizamientos de tierra, ya que su casa y su predio fue casi tapada totalmente por el alud de tierra. El encuentro de Mauro con sus parientes, la Tía y sus primos, hizo que éste, se remontara a sus viejos tiempos, rebobinara el casete de su vida y recordara allí, parte de su niñez y juventud, cuando junto con sus hermanos y primos recorrían la vereda; ese, fue un encuentro de esos de novela, parecía fantasía y al Mauro, se le aguo el ojo y dejó salir todo su sentimiento, ese sentimiento que guarda tan cautelosamente, ese, era el Mauro, humano y sensible.
Mauro y sus viejos recuerdos.
El encuentro familiar nos llenó de ánimo a todos y nos impulsó a seguir el camino con mucha más energía; más adelante, y también, por esos avatares de la vida encontramos una familia que sin prisa, nos invitó a seguir a su bella y cálida casa finca, ellos eran, Plinio, Dora su esposa y sus dos Hijas Ercilia e Isabela y los ocho gatos, esta familia, proveniente de Andagolla Chocó, Plinio, es un Negro de Istmina y Dora de Barranca Bermeja en Santander, llegaron de Andagolla, se radicaron en Medellín y luego decidieron establecerse en ese maravilloso lugar, donde están construyendo parte de su proyecto de vida. Después de conocer la casa de las Doras y los Plinios y de compartir un rato con ellos, recargamos baterías, esta vez, también de energía positiva y continuamos nuestra ruta hacia Fredonia, donde estábamos arribando a eso de las doce del día, precisamente, entramos por uno de los costados, al sur del pueblo, por la Plaza de Toros y allí, Don Mauro encuentra a otra de sus tías, la Tía Liliam Rosa y sus dos hijos, o sea , los primos, con quien sí había tenido comunicación días antes; en casa de la Tía Liliam, saludamos, tomamos jugo y recogimos información, para continuar con nuestro recorrido, éste fue un encuentro breve, pero digno y tranquilo, no hubo lágrimas.
Iglesia de Fredonia.
Después del hola y adiós con la Tía Liliam, nos acercamos al Parque principal, visitamos la Iglesia, donde bautizaron a Mauro, en ella conocimos la obra “Las Manos de mi Madre”, un bronce, de Arenas Betancur; de la Iglesia, pasamos directamente a Otra Parte un exquisito y bello restaurante, ubicado en una de las esquinas del parque, donde almorzamos de menú del día, un rico almuerzo casero que repuso todas nuestras energías, para poder continuar con la ruta, esta vez, hasta Puente Iglesias, corregimiento de Fredonia, ya cumplíamos la primera parte de nuestro recorrido, algo así como la mitad, aún nos quedaban 42 kilómetros por recorrer; salimos de Fredonia, a eso de las dos de la tarde, siempre vigilados por el Cerro Combia uno de los cerros tutelares del municipio, junto con el Bravo, el clima y el tiempo, seguían estando a favor nuestro, todo era perfecto, caminamos entonces, los primeros cinco kilómetros por la carretera principal y por sugerencia de uno de los primos de Mauro, en el sector denominado el Sancudo, decidimos salirnos de la carretera, convencidos, que por trochas llegaríamos más rápido a Puente Iglesias, nuestro siguiente objetivo; este cambio de ruta, resultó no ser tan bueno, esto implicó un retraso de dos o tres horas más de lo que teníamos presupuestado y esos 25 kilómetros, se convirtieron en, 35, una ruta de torturas, lomas, pantanos y constantes ataques bovinos, una ruta que la tuvimos que ir haciendo a pulso, con la información que nos fueron proporcionando los habitantes de la región, hasta poder llegar a Puente Iglesias a eso de las seis de la tarde, reventados y contracturados como decían Edgar y Mauro.
El sancudo de Fredonia
Mauro y Edgar en la ruta hacia Puente Iglesias
Los cuatro jinetes de la serranía
Buscando el Cauca
Mauro. El guerrero de las montañas
En Puente Iglesias, aún nos faltaban 17 kilómetros para llegar a Jericó por la vieja vía de la Cabaña, en un tramo destapado y de pura loma, debíamos decidir si continuar y dejar que nos cogiera la noche en el camino ó esperar el último transporte que pasaba para Jericó proveniente de Medellín; en las condiciones en que estábamos fue fácil tomar la decisión y por unanimidad más uno, ganó el transporte, de esa manera nos relajamos, estiramos, nos hidratamos y descansamos un rato y a eso de las 7:30 pasó el bus y lo tomamos, para llegar a Jericó a las 8:30, del bus, directo al Restaurante, que para no perder la costumbre, también era de tres tenedores, ubicado en el Parque principal, también con platos a la altura de estos “atleturistas” cansados y hambrientos, platos cargados de carbohidratos y proteínas, las necesarias para poder continuar al día siguiente. Del restaurante y ya con una noche bastante fría, nos dirigimos al Hotel Casa Grande, bello hotel, donde fuimos muy bien recibidos, por Marta, con acomodación múltiple en una súper habitación con dos estancias y dos baños, ya en el hotel, hubo baño, lavada de camisetas para el día siguiente, evaluación del día y programación para el día siguiente.
Catedral de Jericó
Arquitectura colonial en Jericó
Santuario del inmaculado Corazón de Jesús
Este primer día fue bien productivo, cumplimos a cabalidad con nuestros objetivos y nos dimos la oportunidad de penetrar y disfrutar en y de los más bellos parajes de este maravilloso Suroeste, un día perfecto de conocimientos y aprendizajes, un día, sin sol con un clima perfecto para nuestras necesidades, un día en el que, aún no sabíamos de las maravillas que íbamos a disfrutar de ahí en adelante.
Al día siguiente, martes tres de enero y después de un plácido y merecido descanso, muy temprano nos pusimos en pie, con la parafernalia y ritual tradicional, los buenos días, el baño, la estirada y por supuesto el delicioso café jericuano, salimos y disfrutamos de las maravillas arquitectónicas de tan bello municipio, visita a la iglesia, fotografías, desayuno y el abastecimiento de provisiones e hidratación, para iniciar una nueva jornada, esta vez, teníamos dos objetivos, en la primera etapa 26 kilómetros hasta Tamésis y una segunda jornada de Támesis a Valparaiso de 28 kilómetros, las cosas pintaban bien un día esplendoroso, iluminado, pero sin el candente sol.
Dejando Jericó Raúl, Eduardo y Mauro.
A las 8:30, ya preparados con todo en orden, salimos dispuestos y con mucha energía, dejando entonces, este bello municipio con sus dos cerros tutelares, las Nubes y el de Cristo Rey iniciamos la ruta, por carretera destapada, caminamos los primeros cuatro kilómetros, por un paraje alfombrado de grandes y hermosos cafetales y bañado por inmensas cascadas; tendríamos 26 kilómetros hasta Támesis; ya recorridos los primeros 4, decidimos y por una desatinada sugerencia de nuestro compañero Edgar, tomar un atajo con la ilusa idea de ahorrar camino, claro, y lo hicimos, pero el atajito, resultó ser una súper loma que acabó con casi todas nuestras energías, él mismo Edgar, se reventó en el intento y no era para más, por siempre, se perfiló como el más débil del grupo.
Los valientes del atajo, Edgar y Mauro.
Superado el impase del atajito, nos enrutamos por la vía a Támesis en un cruce de montañas y parajes de ríos y quebradas, de los cuales disfrutamos de maravilla, sobre todo, nuestro compañero Eduardo, disfrutó profundamente de cada espacio recorrido con tanto entusiasmo que siempre nos contagió y nos mantuvo con el ánimo en alto. En este recorrido, estuvimos siempre juntos Mauro, Eduardo y Raúl y el Edgar, siempre atrás dedicado a quejarse todo el tiempo, ya muy avanzada la ruta al fin nos alcanzó, para protagonizar, la única caída que se presentó en todo el recorrido, con la caída, que además de dramática, fue muy chistosa, tocó atenderlo con los primeros auxilios, darle aire, masajearlo y hacerle las curaciones pertinentes, cosa que muy bien hizo nuestro compañero el paramédico Mauro.
De caidas y berrinches, Mauro, Edgar y Eduardo.
Los paramédicos: Mauro y Eduardo.
Continuamos con el recorrido y disfrutando de tan bellos y exquisitos paisajes, llegamos a Támesis a eso de las 12 del día, Támesis un pueblo enmarcado por su majestuoso e imponente Cerro tutelar el Cristo Rey, un pueblo bellísimo, grande, bien trazado, buena arquitectura, donde su gente es súper amable, un pueblo muy cálido y acogedor; llegando al Parque, nos encontramos con la Casa de la Cultura, una construcción de ladrillo que data 1925 del Arquitecto belga Agustín Goevarst, allí, recorriendo sus grandes y monumentales espacios, encontramos la obra pictórica del maestro Guillermo Vélez, óleos de grandes formatos con una temática religiosa, bien interesante en un contraste de toda la filosofía Indú con la Judeo Cristiana exposición que el mismo artista denomina con Ecuménica.
Casa de la Cultura, Tamesis
En la casa, nos atendió Francisco, su director, quien nos comentó sobre todas las actividades que allí se realizan, nos habló del arquitecto y resaltó el patrimonio arqueológico que alberga el municipio. De la Casa de la Cultura, nos dirigimos al parque principal y en el camino, encontramos el taller de fotografía de Guillermo, donde entramos y disfrutamos de toda su obra, ya en el parque, fuimos directos al Tintin, un restaurante de puntica de tenedor, donde disfrutamos la mejor de las sopas de guineo de toda la región.
Iglesia principal de Támesis
Después de tintiniar y disfrutar del ricio almuerzo, visitamos la iglesia, recorrimos el parque y a eso de las dos de la tarde salimos rumbo a Valparaiso, 28 kilómetros por carretera destapada, los primeros kilómetros, caminando, para hacer la digestión del almuerzo, la tarde avanzaba y la carretera se tornaba difícil, con pantano, muchas piedras sueltas y sobre todo, muy larga, un recorrido que hicimos casi todo caminando, los primeros trece kilómetros hasta el sector de Guayabal, donde a penas, descubrimos que aún nos faltaban 15 kilómetros y ya eran las 4 de la tarde, lo que implicaba que nos cogería la noche en el camino, los ánimos estaban caldeados, Edgar se quejaba más que nunca, al punto que alcanzó a alterar a Mauro. Eduardo y Raúl, siempre adelante, trataban de mantener la calma, para tramados, poder llevar a los compañeros hasta el objetivo final. Este era uno de esos días difíciles, llovía, oscurecía, los ánimos estaban caldeados y la loma cada vez se tornaba más pesada y pendiente.
Raúl, Cerro Cristo Rey
De guías y viajeros, Raúl.
Ya al anochecer a eso de la 7:30 arribamos a Valparaiso, por un camino tortuoso de piedra, todo súper oscuro, fue una pesadilla, pero al fin, llegamos al pueblo y por fortuna encontramos el mejor de los hoteles, tres estrellas como en Jericó, La Posada del Palmar, atendido por Diana que además fue muy amable con Nosotros. La primera impresión de este pueblo no fue tan agradable, parecía un pueblo fantasma, a media luz, casi todo cerrado muy poca gente en sus calles, al punto, que se dificultó encontrar un lugar para comer esa noche, al fin encontramos una heladería donde vendían comidas rápidas y allí comimos, de hamburguesas, cocacolas y helados, para luego, regresar al hotel, sin detallar aún el pueblo, pues los ánimos, no daban para disfrutar de aquel pueblo que como dije antes, no tenía el mejor aspecto. En el hotel descansamos plácidamente y al día siguiente 4 de enero muy temprano, ya estábamos en pie, tomando el primer café en la panadería cerca al hotel, luego y después de entrar a la iglesia, que además, está en construcción, hicimos un recorrido detallado por el pueblo, descubriendo que al contrario de la primera impresión, es bonito organizado y bien trazado, y no era para más, estábamos nada más y nada menos que en la Cuna del Ilustre General Rafael Uribe Uribe, presidente de Colombia, asesinado por ser un personaje pensante y de avanzada.
Valparariso.
Don Rafael Uribe Uribe.
Después del reconocimiento del pueblo, no podía faltar el desayuno casero en casa de Doña Flor, donde nos atendieron muy bien y donde repusimos todas nuestras energías, para prepararnos para la última jornada. Este día tendríamos una ruta larga, pero más cómoda en su recorrido, sin muchos obstáculos: 22 kilómetros a la Pintada, donde tomaríamos un transporte hasta Santa Bárbara, para continuar hasta el corregimiento de Sabaletas, perteneciente al municipio de Montebello, uno de nuestros objetivos principales para conocer la Iglesia más antigua de Colombia que data de 1519.
Mauro, Edgar, Eduardo y Raúl, listos para partir.
Este tercer día, jueves, 4 de enero salimos entonces a las 8:30 de la mañana, con toda la energía y las ganas del mundo y como ya era costumbre, nuestro compañero Edgar, seguía haciendo alarde de todos su achaques señoreros; partimos entonces caminando, para hacer digestión los primeros 2 kilómetros, estábamos frente a una carretera pavimentada, bastante buena en un recorrido de 22 kilómetros hasta la pintada; con Eduardo y Mauro hicimos el recorrido de los 15 primeros kilómetros sin ningún contratiempo, disfrutando de los más bellos paisajes y de una topografía extraordinaria, siempre con los Farallones de la Pintada a la vista, el clima, a pesar de todo, seguía benevolente con Nosotros, en el camino, los compañeros me fueron dejando, hasta que el compañero Edgar me dio alcance, y por supuesto, me pasó, quejumbroso como siempre, pero lo logró mejor que Yo.
Raúl y Mauro rumbo a La Pintada.
Eduardo y Mauro en la lucha hacia La Pintada.
Ya en la pintada, a eso de las 11 de la mañana, nos recuperamos, estiramos, nos hidratamos e hicimos los registros fotográficos y tomamos el transporte rumbo a Santa Bárbara, donde llegamos a eso de la una de la tarde, nos bajamos, nos preparamos y a eso de la 1:45 de la tarde, emprendimos la ruta de 13 kilómetros hacia Sabaletas, allí, y después de recorrer los 13 kilómetros y de bajar a un profundo cañón, tapizado de grandes y verdes cafetales nos devolvíamos en el tiempo hasta la época de la Conquista, para descubrir la bella Iglesia de la Candelaria, elemental en su arquitectura pero bastante representativa por su historia y por la época de su construcción.
Sabaletas, Eduardo y Rául, en busca de la historia.
En Sabaletas y después de conocer la Iglesia, decidimos regresar a Santa Barbará, para terminar nuestra ruta, nuestra Travesía, para terminar otro capítulo en nuestras vidas de atletas, aventureros y caminantes, fueron tres día de compartir con un muy buen grupo, tres días de reconocimiento a nuestras más importantes y bellas regiones del departamento, tres días de compenetración total con la montaña, de acercamiento a los dioses, en todas sus manifestaciones, porque sólo en recorridos como éste, alcanzamos a ver y disfrutar de las maravillas del creador y alcanzamos a llenar nuestros espíritus y mentes de la mejor energía para continuar en la vida con los mejores propósitos y para continuar, siempre firmes en estas lides del atletismo.
Farallon de la pintada, Río Cauca
El encuentro con los dioses
De Dioses y Espirítus
Cerro el Cristo Rey, Tamesis
Farallón de La Pintada
Espíritu guardian de las montañas
Gracias a los compañeros Mauro, Eduardo y Edgar, que hicieron posible el disfrute de tan buen recorrido.
Raúl Mesa