Mi décimo sexto maratón, Quito 2013, reto a la altitud - Marcelo López
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Tenía planeado correr en Medellín, el Maratón del Valle de Aburrá, el 17 de marzo, pero fue aplazado para el 24 de marzo, Domingo de Ramos, para esa fecha debía estar en Punto Fijo, cumpliendo compromisos familiares. Buscando otra opción, me decidí por Quito, por varias razones: El reto de la altura, son 300 m. más que en Bogotá, un recorrido nuevo, exigente y visitar una ciudad con tanta historia.
Deseché la opción de viajar vía terrestre, por lo agotador del viaje y los problemas inesperados con bloqueos de carreteras. El vuelo directo Bogotá-Quito es más costoso que la ruta aérea con escala y cambio de avión en Medellín. Compré un paquete de vuelo y hotel con desayuno incluido, por Despegar. Viajé el viernes 12, en Lan, por la tarde, de manera que, cerca de las 9.00 pm me estaba registrando en el hotel Mía Leticia, dentro del Centro Histórico, en Quito. Es un hotel pequeño, lo que antes fue una casona, ahora, cuidadosamente, adecuada y remodelada, para tal fin. Las habitaciones son acogedoras, limpias, alfombradas, algunas con vista exterior, la mía tenía vista interior, con poca iluminación natural. Por lo pequeño, la atención es personalizada y con dos personas, durante el día y una por la noche.
Pasadas las nueve de la noche, salí a buscar comida, pero, ya estaba cerrado, casi todo. Luego de caminar bastante, muy cerca del hotel, sobre la Marín, encontré el Restaurante Chifa, administrado por chinos. Pedí lo disponible para llevar. Me agradó la sazón. Ya era hora de descansar.
El sábado 13, cerca de las 7.30 am, desayuné en el hotel y me dispuse a buscar el antiguo Aeropuerto Mariscal Sucre, hoy Parque Bicentenario, sección internacional, donde debía terminar de formalizar mi inscripción y reclamar el kit de competencia. El Centro Histórico de Quito corresponde a las construcciones religiosas, administrativas y políticas, de arquitectura más antigua y mejor conservadas de América, es Patrimonio de la Humanidad y son verdaderas reliquias. Está ubicado en el centro de la ciudad. Quito, además, tiene la particularidad de carecer de la enredada nomenclatura Bogotana, allá, las calles, carreras y avenidas son determinadas por nombres propios. El hotel Mía Leticia está ubicado entre Montufar y Mejía, cerca de la Marín. El Parque Bicentenario, hacia el norte, por la Río Amazonas.
Al azar, tomé un taxi, para un recorrido de unos 12 km por USD 3.50. Charlé con el conductor, me dio su número telefónico y quedamos en contactarnos, en horas de la tarde, para hacer un recorrido de reconocimiento de la ruta del maratón. El taxista, de nombre Marcelo, resultó ser un Contador Público en ejercicio particular, pero trabajador de este medio los días sábados.
En el sector internacional del antiguo aeropuerto, fui amablemente atendido por el Sr. Pablo Báez y la Sra. Hempatia, integrantes del cuerpo organizados del maratón. Pagué USD 35 de inscripción, recibí el kit de atleta No. 324, una bonita camiseta, con tecnología para bloquear los rayos ultravioletas, y una invitación para la tradicional cena de pastas. Allí estaba el fotógrafo deportivo, Gabriel Cadenas, un colombiano residente en Ecuador, desde hace varios años. También había un grupo de atletas colombianos, la mayoría de Nariño. Hubo sesión de fotos. También, estaban presentes los periodistas de ESPN RUN, me realizaron una entrevista, la que espero salga al aire, cuando hagan el condensado de El Maratón de Quito. Luego, con el grupo de colombianos, abordamos un bus público, con destino al centro, y cada quién siguió su camino.
En solitario, caminé y admiré las maravillas arquitectónicas de parte del Centro Histórico. Busqué un centro de Claro para solucionar un problema con mi celular, pues, Claro Colombia le produjo un bloqueo al conectarlo al Roaming Internacional, sin haberles solicitado el servicio. Sale más económico instalar un chip local. Buscando donde almorzar, terminé, otra vez, donde los chinos Chifa. Pedí, para llevar, un arroz con camarones y una cerveza. En Ecuador la cerveza es grande, creo que 750 cc., los amigos piden una y la comparten, sirviéndola en vasos.
A eso de las 2.30 pm, llamé a Marcelo, el taxista, me recogió cerca del hotel y nos dispusimos a tratar de realizar parte del trazado para el Maratón de Quito 2013, en el mismo sentido de la competencia: Centro – sur – centro – norte. La salida, en el corazón del Centro Histórico, La Plaza San Francisco, por la Bolívar hasta la Venezuela, a la derecha, por ésta, en sentido sur, hasta la Ambato a la izquierda a empalmar con la Avenida 5 de Junio, cruces y redomas a encontrar la Avenida Teniente Hugo Ortiz, por ésta, hasta encontrar la Avenida Cardenal de la Torre, hasta la Solanda con giro a la izquierda, por ésta, hasta la Hugo Ortiz, frente al Mercado Mayorista y punto más hacia el sur del trazado, sigue, hasta encontrar la Ajaví, a la izquierda, hasta la Cardenal de la Torre, a la derecha, regresamos, por la misma ruta, pero, ahora, con rumbo sur a norte, por la Hugo Ortiz, redomas y cruces hasta la 5 de Junio, la Ambato, hasta la Venezuela, cerca de La Plaza San Francisco, hasta la Olmedo, gira la derecha, hasta la Montufar, a la izquierda, por ésta, a encontrar la 10 de Agosto, de frente, hasta la Luis Felipe Borja, cruzando el Parque del Ejido, saliendo de éste por el Arco, para seguir por la Rio Amazonas, continúa por ésta, pasando frente al Mall el Jardín, el Parque de La Carolina, el Centro Comercial Caracol, la Plaza de Toros, El Labrador, todo el tiempo, por la Amazonas, hasta llegar al antiguo aeropuerto, hoy, Parque Bicentenario, entrando a éste antes de que la Amazonas conecte con La Prensa. Dentro del parque, por las pistas y sus alrededores, se termina con tres vueltas, en el sentido de las manecillas del reloj, cada una de 4.3 km, para luego buscar, al norte, la línea de meta.
Marcelo, el taxista, me dejó cerca al salón Internacional, lugar de la cena de pastas, porque para ese entonces, eran más de la 5.00 pm.
Caminé por el sector para comprar provisiones destinadas a mi desayuno. Sobre las 6.00 pm, me dirigí al lugar de la cena. La mayoría de las carreras de fondo, la noche previa, acostumbran una cena de pastas, provisión de carbohidratos y glucosa para el esfuerzo del día siguiente. La asistencia no fue numerosa, menos de 15 personas. Compartí la mesa con Carlos Jiménez, un bugueño, de 71 años de edad, con cerca de 40 años de experiencia en medias maratones, maratones, ultra maratones de una y de varias etapas, triatlón, competidor en diferentes partes de mundo. También, con Tadeu Gigliome, un brasileño, de unos 45 años de edad, ha corrido 26 maratones, en diferentes lugares del planeta, sin repetir ninguna, entre otras: La Gran Muralla China, el Kilimanyaro, La Antártida. Y, el cuarto comensal fue un pereirano, cercano a los 40 años, reside hace dos mes Quito, principiante en la carreras de fondo, ésta era su primer media maratón. Intercambiamos experiencias e inquietudes y disfrutamos un pasa bocas, una exquisita cena con tres pastas y jugo de fruta. Con Carlos Jiménez, abordamos un bus público hasta el Centro Histórico.
En el hotel, dejé preparado todo lo necesario para la madrugada y día siguiente. Ahora sí, a descansar, porque lo me esperaba era serio.
A las 2.00 de la mañana, desayuné con una mogolla integral y medio litro de Active. –El Active es un polvo, para diluir en agua, con un contenido químico y nutricional muy parecido al Gatarade, pero sin aditivos químicos. Mi cuerpo lo tolera bien-. Otro sueñito y a las 4.00 de la mañana tocó mi puerta el empleado del hotel: No hay que confiarse de la alarma del reloj, es mejor asegurarse con dos despertadores. Una ducha fría y rápida, otro medio litro de Active, vestido de cortos para el desafío del frío, de la altura, de la distancia y de todo lo que significa correr un maratón.
A las 4.45 am, en la calle, a caminar unas siete cuadras, subiendo, hasta la Plaza San Francisco. Encima del atuendo para correr, solo llevaba la chaqueta de la sudadera. Al llegar al punto de encuentro, me despojé de la chaqueta y entregué mi bolsa de ropas a los encargados del bus, dispuesto para tal fin. Siendo Quito, cerca de 300 m., más alto que Bogotá, allá hay una sensación térmica de unos 4°C mayor que en Bogotá, eso sucede, a cualquier hora del día o de la noche, por lo menos, en este tiempo del año. Lo cierto es que, más frío he sentido en Bogotá.
Rápidamente, la afluencia de maratonistas y acompañantes estaba llenando la plaza. A estas alturas, ya estaba terminando mi hidratación, con un tercer medio litro de Active. Una visita al baño. No había podido colocar mi chip de control de tiempo, entonces, una muchacha extranjera, acompañante de un maratonista, pudo despegar la película que protege el pegante para adherirlo a la tira de mi camiseta esqueleto. Un profesional de cultura física dirigió la entrada en calor, mientras tanto, realicé algunos estiramientos y permanecí en movimiento. Muy cerca de la partida, fuimos gratamente sorprendidos por una gran alborada con salvas de juegos pirotécnicos que esplendorosamente iluminaron la majestuosidad y belleza de la Plaza San Francisco y los alrededores del Centro Histórico de Quito, creo que duró cerca de cinco minutos. Sencillamente espectacular. Escuchamos el Himno Nacional de Ecuador. Puntualmente, a las 5.30 am, sonó un silbato, era la partida oficial del maratón, me eché la cruz al cuerpo y a correr de dijo.
Frente a las dificultades del recorrido: Subir, bajar, planear, es como un carrusel, la altura, los diferentes tipos de pisos: Empedrado, adoquines de cemento, placa de cemento, asfalto, tierra, grama y parches de arena y la falta de la señalización visible km a km, tuve que emplear una estrategia diferente, a la que siempre aplico: Control de ritmo cardiaco y tiempo km a km; esta vez, valiéndome de una de las ocho pantallazos de mi Polar, resolví utilizar la que muestra el ritmo cardiaco, el ritmo actual, en ppm –pulsaciones por minuto-, el tiempo actual de ritmo en min/km., y la distancia recorrida acumulada en km. En la cuesta arriba, mantenerme por encima de 140 ppm, en el plan sobre 135 ppm y en cuesta abajo sobre 130 ppm; la distancia acumulada para permanecer orientado en el desarrollo y progreso de la carrera; la lectura de tiempo actual, en min/km, me da una aproximación de ni paso o ritmo de carrera, según el terreno por el que transite en ese determinado momento; todo, en sintonía con mis sensaciones y señales corporales. Partimos cerca de 400 maratonistas, y sin embargo, el maratón, para mí, casi siempre, es un esfuerzo en solitario.
A las 5.30 de la mañana, en Quito, aún no hay luz natural, entonces, es necesario avanzar muy concentrado para evitar un tropezón y la casi segura caída. Muchos corredores, hasta la mitad de la competencia, me dejaron atrás; me consolaba pensando en que después de la mitad les haría lo mismo. Monté mi paso, de acuerdo con la estrategia planeada, sin preocuparme mucho por los demás atletas. Poco a poco, el domingo quiteño, nos inundó con su luz natural, resultando ser más seguro para correr. En la ida hacia el sur y ya de regreso hacia el norte, luego del 8 km, en inmediaciones del Mercado Mayorista, el sol brillante ecuatorial nos arropó con sus tibios rayos y nos calentó, por el resto del día.
Los puestos de hidratación aparecían cada tres km, con agua y bebidas isotónicas. En cada sitio, agarré una bolsita de agua para beber dos sorbos y limpiarme la nariz.
La gente, en grupitos, alentaba y aplaudía el pasar de los atletas. Observé muchas personas portando carteles con mensajes alegóricos: “Vamos, no te rindas”, “Dios te mostrará el camino”, “Al final, tu esfuerzo será recompensado” y muchos más, muy adecuados para enaltecer el esfuerzo de los fondistas.
Hacia el 10 km, me igualó una maratonista japonesa, la No. 145, Ayuni Ishikura, de unos 46 años edad, anduvimos cerca, un poco atrás, un poco juntos, un poco adelante, hasta las cercanías de La Plaza San Francisco, por la Venezuela, km 16. Aceleró el paso y no la volví a ver. Es menudita, parece una chica de 20 años y corre como tal. En este tramo, 15 km, había fruta, medios bananos. Tomé una porción. Muchos corredores, de manera descuidada, arrojaron las cáscaras en medio de la vía.
A esa altura, salieron a aplaudir muchos corredores de 13 y 21 km, que aún no habían salido para su prueba, esperaban las 7.30 am., para su largada. Ahora, habíamos recorrido unos 16 km, seguí mi paso, atento a las sensaciones de mi cuerpo, porque desde hacía unos 16 días estaba adolorido de mis isquiotibiales izquierdos. Hasta este sector era subir y bajar, pisos muy duros. Más adelante, al cruzar el Parque de El Ejido, era la mitad de la carrera, 21 km. Al empezar el trayecto de la Río Amazonas, hacia el 22 km, había una señora repartiendo bolsas con limonada, sin azúcar, tomé una para ayudar a bajar el primer Power Gel. En adelante, por toda la Río Amazonas, la tendencia era a subir, lo que llamamos un falso plano. Luego de la mitad de la carrera, empecé de igualar y dejar atrás maratonistas, les miraba el rostro, los animaba y me daba moral al ver que eran más jóvenes que yo.
En el 25 km, una chica estaba repartiendo de una fresa, roja, jugosa, grande y helada. La comí a mordiscos, la mastiqué y la tragué, eso me ayudó a mejorar la boca seca, me produjo una mejor salivación. Creo que a algunos no les gustó la fresa porque pude ver varias masticadas en el piso.
Antes de llegar y entrar al antiguo aeropuerto, el terreno se empinaba más hacia arriba. Los rayos del sol muy brillantes, pero, mi cuerpo como que recibía bien su tibia caricia, porque, la temperatura me resultaba agradable. Al entrar al aeropuerto, actual Parque Bicentenario, era el 27 km, aún faltaban 15 km, los más difíciles, a mi parecer, tres circuitos de 4.3 km cada uno. Entrando por el costado accidental, se toma la pista subiendo, en la cabecera de la pista se gira a la derecha, en el norte, para planear y descender por piso de tierra, luego piso en grama y parches de arena, luego girar a derecha, en piso de tierra y volver la pista para completar la vuelta. Entre tierra, grama, parches de arena y tierra hay cerca 1.5 km. Ahí fue donde sentí que mis piernas eran de gelatina y que necesitaba de un mayor esfuerzo para avanzar, todavía, faltaban mas de 12 km, entonces, procedí a aplicar medidas de emergencia: No dejar de hidratar, hacia el 32 km, otro Power Gel con agua, reacomodar el paso, bajando un poco el ritmo, disfrutar la algarabía de la gente, había mucho pueblo en el circuito del aeropuerto, todos aplaudían, animaban y gritaban “Dale ñeque”, “Vamos ñeque”, “Échale ñeque”. A pesar todo, seguía pasando atletas. En todo el camino, observé muchos carteles y letreros conteniendo la palabra “ñeque” en el mensaje, pensé que ñeque era un maratonista y que era muy popular, hasta que una chica, de unos 30 años, vestida con licra y franela deportiva, prenda pegadas al cuerpo y que dejaban adivinar una escultural figura, a mi paso, entusiastamente, sacudía su puño, muy cerca de mi humanidad, mientras me gritaba: “¡Eso es ñeque, vamos ñeque!!!”, fue cuando comprendí el significado de la palabra ñeque, lo que el Colombia se le dice “verraquera”. Aquí la concurrencia de atletas fue mayor porque nos encontramos con los corredores de 13 y 21 km, unos a mayor ritmo y otros trotando, caminando, todos luchando por llegar a la meta. Estuve cerca de una maratonista morena, la No. 41, Isabel Bernal, hasta que faltando como un km para la meta la pude pasar. Ya dejé las vueltas del duro circuito y me enrumbé hacia el norte, a la soñada meta. Levanté los brazos, grité vivas a Quito, Ecuador, Colombia, di gracias a Dios y crucé la pancarta en 4 05 45, 137 ppm de promedio y máxima de 154 ppm, 2991 calorías gastadas; unos minutos arriba de mi presupuesto, pero feliz por llegar bien, una vez más.
Recibí una bonita medalla y una bolsa con alimentación. Ese tiempo me sirvió para ocupar el puesto 118 en la general y el tercer lugar entre los viejitos, mayores de 60 años. Largamos cerca de 400 maratonistas y calificaron a 294, el resto, abandonos o descalificados.
Caminé unos 10 minutos para volver a la calma, mientras me hidrataba con agua y buscaba rostros conocidos, pero no eran muchos. Saludé al grupo de colombianos, estaban un tanto desconsolados, porque, al parecer, los locales habían obtenido mejores resultados. Reclamé mi bolsa de ropa. En la carpa del Hospital de los Valles atendían a los lesionados. Una profesional de este grupo de apoyo, nos dirigió un estiramiento, luego, pasé al lado donde una chica fisiatra complementó con un estiramiento ayudado. Nuevamente me encontré con Gabriel, el fotógrafo deportivo, me tomó otras fotos. Ya me las remitió, excelente trabajo profesional.
A pesar de lo exigente del maratón, rápidamente me sentí recuperado y pensando en Porto Alegre, Brasil, en el maratón de los mundiales máster, eso será en octubre 2013, Dios mediante.
Esperé hasta la premiación simbólica, no subí al podio porque sólo premiaron a la élite y al primero de cada categoría. A eso de las 11 de la mañana, abordé un taxi con destino al hotel. Una buena ducha y salí a almorzar. Junto al hotel, terminé, otra vez, pidiendo arroz con camarones y una cerveza. No tenía mucho apetito y guardé arroz para la cena. Regresé a mi cuarto, estaba desprogramado, entonces, salí a caminar por el Centro Histórico y a continuar mi hidratación post maratón, pero me llevé la sorpresa de que en Ecuador el día domingo es Ley Seca; caminé más de una hora buscando una cerveza y nada. Pensé que el hotel habría, pero tampoco. No encontré cerveza pero aflojé los músculos con la caminata. Me resigné en la soledad de mi cuarto, tomando Coca Cola y viendo televisión. Navegué por la Internet del hotel, pero me aburrí, porque, era muy lenta. Eran las 11 de la noche y no podía dormir, muchas veces, después de los maratones, me pasa lo mismo, no puedo dormir temprano.
El lunes, desayuné a las 7.30 am, luego me trasladé al Mercado Artesanal, a buscar algo para llevar. A medio día, llamé a Marcelo, el taxista, y a la 1.30 de la tarde me llevó al nuevo y moderno Aeropuerto Mariscal Sucre. La Avenida Simón Bolívar, magnífica auto ruta, conecta a Quito con el aeropuerto. El avión de Lan venía de Lima, muy puntual. En Medellín, Ríonegro, esperar para la conexión, todo a tiempo y a las 10 de la noche en casa.
De todas las maratones, en las que he corrido, es la primera, en la que no termino con mis pies lesionados, con ampollas o uñas afectadas y mi recuperación ha sido muy buena, tanto que este domingo 28 correré la Media Maratón de Bogotá, a pesar de que continúo un poco resentido de mis isquiotibiales izquierdos, eso ya marca en lo crónico.
Un agradecimiento y voz de aliento a la gente de Zero Límites por la esmerada organización del evento. Sin duda, ellos también, están superando con creces el reto de ofrecer tres pruebas largas, en la misma fecha y mismo escenario, con excelentes resultados. Sin embargo, respetuosamente, pienso y manifiesto que sería más atractivo, para todos los actores, distribuir la premiación entre los 10 primeros élites y los 3 primeros veteranos, de acuerdo con la clasificación de la IAAF y, que sería necesario, mejorar la implementación de la señalización del kilometraje de la ruta; lo anterior como mi aporte personal al crecimiento permanente de esta magnífica carrera: El Maratón de Quito, la de mayor altitud en el ombligo del mundo.
José Marcelino López Gelves
No. 324.