La isla - Juan Carlos Gómez
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Mi segundo invierno en Hungría.
Vivo a una hora en tren de Budapest, y este diciembre llegó con todo el rigor del invierno. Nevó prematuramente, unos veinte días antes a diferencia del 2011. Este es mi primer año como corredor habitual, pero nunca antes había intentado entrenar al aire libre con temperaturas tan frías, bajo cero.
Ahora que los Clubs de corredores están tan de moda, pues decidí que la mejor manera de enfrentar el frío era hacerlo en compañía. Hace unos días encontré uno por Facebook. Se encuentra en la Isla Margarita, en medio del Danubio, que divide a la ciudad en dos: Buda y Pest. Con el nombre de Margarita, se podría imaginar algo cerca de lo tropical, pero no. No en invierno, tal vez en verano. Alrededor del estrecho track de 4 o cinco kilómetros se puede ver el agua congelada y siempre, a cualquier hora del día, uno o dos corredores.
Dentro de la isla hay un Club Atlético. Allí llegué temprano a la cita, ya que quería ver cómo era todo previamente: No hablo mucho el Húngaro, por lo que a veces las cosas sencillas no lo pueden ser tanto. En fin: hubo vestieres para cambiarse la vestimenta de calle (que en esta época se compone de guantes, tres capas de ropa, bufanda, zapatos a prueba de agua y medias hasta la rodilla) por la pinta de corredor: pantalones ceñidos, otros cuantos layers de ropa -cero algodón, por supuesto-, balaclava (pasamontañas), chaqueta cortavientos, gorra impermeable y guantes.
Creo que el ritual es el mismo para la mayoría de los húngaros que han vivido aquí toda la vida, aunque me parece que no transpiran tanto porque algunos utilizan gorros de lana, con el agregado de que estamos cerca de navidad y la mayoría han llegado a correr con gorritos de Papá Noel. La gente está muy animada, y los organizadores empiezan a hacer ejercicios de calentamiento. Hay gente de todas las edades y condiciones, la mayoría bien equipados para correr en el frío. Me llaman la atención dos personas: un japonés que parece muy amigable, y con la vestimenta de "Wally" -la versión gringa de nuestro colombiano "Donde está Javier"- y un corredor alto con la camiseta de ciclismo original del legendario equipo Café de Colombia. La camiseta de manga larga le quedaba algo corta, ahora que lo recuerdo.
Empezamos a correr por la estrecha pista. Me doy cuenta que mi podómetro no funciona y tampoco hago mucho esfuerzo para que funcione, igual estoy aquí más que como corredor, como un observador. Finalmente es mi primera vez aquí. El viento del Danubio me da su bienvenida, ya que desde el track que rodea la isla siempre se ve la otra orilla del Río, lo que significa que nada detiene su marcha. La mía tampoco. Trato de calentar el aire que entra a mi nariz, pero el pasamontañas hace que las gafas que he usado toda la vida se empañen. Permanentemente tienes que limpiar tu nariz o tus gafas. Prefiero mi nariz. En el frío, me he acostumbrado a doblar los labios hacia adentro, en un esfuerzo por contener el líquido nasal. Creo que funciona.
Como he salido entre los últimos corredores y tengo la necesidad de aclimatar mi cuerpo, empiezo a acelerar. Esto es lo que mi esposa suele llamar "trote recreativo" y nadie está excesivamente preocupado por su pace o por llegar primero a la meta. En todo caso, salgo del track y corro sobre piedritas, tratando de esquivar los charcos congelados de agua y las personas que van a un pace más tranquilo. La estrategia funciona y me caliento. Me estabilizo y empiezo a ver las espaldas que están adelante de mi como alcances posibles. Un señor alto, una pareja de mujeres charlando, dos hombres jóvenes con glamoroso equipamiento, el “Wally” japonés y el personaje de Café de Colombia quedan atrás y se siente bien.
El frio ya no es tan frio y la gente ya no es tan extraña cuando se llega a la meta. No importa que la Navidad no sea mi época favorita del año, que no entienda una pizca de Húngaro, que esto no sea una competición o que tal vez ahora esté resfriado. Todos hemos compartido algo y ahora estamos compartiendo el estiramiento, un té caliente y panecillos.
Voy a repetir la misma dosis el siguiente fin de semana.
Juan Carlos Gómez