42195 metros por entre los bosque Vikingos - Jenaro Montes
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La historia de un maratonista.
Siempre pensé que los corredores de distancias de 42 y más kilómetros estaban algo locos, hasta que lo hice….y sigo pensando igual, pues hay que tener algo de locura enfrentarse a 42 kms.195 metros, no en una superficie plana y rápida, sino en una carretera de grava y por entre un bosque y si le agregamos lluvia, frio, un lugar totalmente desconocido, con un idioma bien difícil de entender y darte cuenta además que eres el único latinoamericano en la carrera, la cosa si es de locos. Así fue mi primera maratón, el 16 de junio, llamada Nordmarka Skogmaraton 2012, en los bosques cercanos a Oslo.
6 a.m.: suena el despertador y lo primero que oigo es la lluvia, “comenzamos bien” me digo. Salgo del apartamento que nos han prestado en compañía de mis “managers”: mi divina esposa Luz Marina y Jo, uno de nuestros ángeles guardianes en Noruega, una pequeña caminata por el centro de Oslo hasta la estación del metro. Veinte minutos de espera y quince de trayecto atravesando la ciudad nos llevan hasta la llamada Universidad del Deporte, en noruego: “idrettshogskolen”, el sitio de donde parte la carrera, la lluvia sigue, con más intensidad, son las 9 a.m. y después de firmar la inscripción en la fila de “Hombre entre 50 y 55 años” veo otra fila con un nombre más extraño todavía, le pregunto a Jo que significa y él me dice que ahí se inscriben los que van a correr su primera maratón pero no saben si la terminen, “no debería haberme inscrito ahí? Me pregunto” pero no, yo estoy en la de veteranos de 50 años. Afuera sigue lloviendo, mi esposa pregunta “¿si sigue así, la aplazan?” “No creo, se corre así” le respondo, en su rostro hay preocupación y que decir del mío.
10.30 a.m.: Nos dirigimos al sitio de salida, ya no llueve, ha salido un tímido Sol, algo es algo (cosa que agradeceré todo el tiempo de la Carrera pues un Sol inclemente habría sido mortal, al menos para mí). Me despido de mis “managers” y me coloco en el corral de salida, un poco de calentamiento, mucha tensión y nerviosismo, a mi lado veo hombres y mujeres con camisetas de la maratón de New York, de Oslo, de Berlín, de la misma Skogmaraton de años anteriores, más nerviosismo pero ya no hay marcha atrás, veo a mi esposa por última vez y ella me lanza un beso. Miro hacia el frente.
11.00 a.m.: Suena el Bang! De la largada, yo me he ubicado en la tercera fila, detrás de mí hay cerca de 600 personas más, logro ubicarme entre los primeros pero después de unos 200 metros muchos de estos corredores me sobrepasan fácilmente, “no importa, yo voy a mi ritmo”. La carrera se pone agradable cuando alcanzamos la carretera de grava, los primeros 3 kilómetros son muy sabrosos, hay tiempo para disfrutar de los hermosos alrededores de los bosques noruegos, sentía que era capaz de mantenerme al ritmo que llevaba.Pasan los kilómetros con facilidad, ya la preocupación de la largada y del “quizás no pueda” no existen, ante mí solo hay bosque y más corredores, unos más rápidos y otros más lentos que yo. En el kilómetro 16 alcanzo a un señor, de unos 50 años más, me saluda y me pregunta en inglés como estoy, le respondo que bien, que este es mi primer maratón y me dice que me cuide, “slow, slow, take easy man” me aconseja y después de un trecho juntos acelera un poco y me deja atrás. Me fijo como referencia a una mujer joven que va como a unos 30 metros adelante y trato de seguirle el ritmo, sigo así hasta que aparece el cartel de los 18 kilómetros y la carretera que era en un solo sentido se vuelve doble y comienza un ascenso largo hasta el kilometro 20, entonces veo a corredores que ya van de vuelta, van muy rápido y no se les nota cansancio, miro mi cronometro y me digo “juemadre, voy a llegar mañana”, me acorde igualmente que decían que esta carrera era una de las más duras de Noruega y otras cosas por el estilo. Sigo subiendo y bajando y subiendo, hay una larga fila de corredores delante de mí. Dicen que la maratón realmente empieza a los 30 kilómetros y que los últimos 10 son realmente duros, yo ya estaba por alcanzar los 21 y mi cuerpo ya me comenzaba a protestar, alcance el punto de retorno y empecé a bajar a un ritmo un poco más rápido, el paisaje seguía siendo bello, bosques, un gran lago, algunas casas en medio de ese verdor, todo eso hacía que el trayecto totalmente quebrado, se olvidara un poco. Mi ritmo a los 24 kms era más lento que a los 20, me seguían pasando corredores, uno de ellos me llamo la atención, era un señor de unos 70 años, con una camiseta con la bandera de Suecia, me paso como si fuera en moto.
A los 26 kilómetros cambia radicalmente la carrera pues nos internamos literalmente en el bosque, ahora me encuentro corriendo cuesta abajo por una trocha totalmente enfangada, la corrí con bastante precaución pues una caída hubiera sido el final del trayecto, seguía bajando y bajando por entre ese fango, “pensar que hace cientos de años por aquí debieron pasar los vikingos persiguiendo a sus enemigos” me decía para alentarme un poco. Así fue hasta los 30 kilómetros y de nuevo apareció la grava. Mire el cronometro y marcaba 3 horas con 30 minutos, recordé entonces algo: “le dije a Luz que me demoraría entre 3 y 4 horas, mejor me apuro pues ella es capaz de venirse a ver que me paso” y apure el paso, cosa que solo pude hacer por unos 2 kilómetros pues las piernas me comenzaban a fallar. Si no me dolía la rodilla derecha entonces me dolían los músculos de la izquierda y así sucesivamente, al llegar al kilómetro 34 opte por caminar 500 metros y correr los otros 500, ya no me importaba el tiempo, mi pensamiento era “Terminar” y me di cuenta que no era el único, pues comencé a ver por el camino a muchas otras personas haciendo lo mismo.
A los 37 kilómetros alcance a un corredor de unos 40 años, y nos dimos ánimo, el corría un trecho, yo lo seguía, yo corría, el me seguía y la frase “lest go man” fue nuestro mantra hasta el final. Cuando apareció el anuncio de los 38 kilómetros y la primera señal de “Civilización”: una antena de luz, decidí que iba a correr esos últimos 4 kilómetros y 195 metros sin parar, costara lo que me costara y al hacerlo fue como si me hubieran dado un último empujón, solo comencé a pensar en el final, en que en la meta estaba mi inspiración, mi esposa, mi Luz.
De pronto el camino de grava se comenzó a poner más duro, ya era otro tipo de material más rocoso y se oía por allá una voz, era la del animador de la carrera, apure la marcha y volví a entrar a la universidad del deporte, pero nada que aparecía el último kilómetro, vi algunos corredores en un gran lago, metiendo sus piernas en el agua, otros trotando, personas animando pero nada de ese último kilómetro. Seguí corriendo un poco más rápido a pesar de los dolores de mis piernas; de repente, cómo una aparición vi la pista de tartán, el cartel con la palabra “Mäl”, me acorde de mi banderita de Colombia, con esfuerzo la saque y la puse delante mío y comencé a oír “Colombia, Colombia, Colombia” eran mis ángeles de la guarda (Jo, Carol, Santi, Sebitas y Luz), todos en patota que gritaban como si yo estuviera llegando de primero. Cruce la meta, alce los brazos, mire el cronometro: 4h, 53, min. 12 seg. Abrace a mi esposa. Había terminado mis primeros 42.195 metros de locura en una maratón por los bosques de Oslo. Finalmente ocupe el puesto 346…no estuvo mal. Que correr es de locos? Pues si pero las enseñanzas que deja esta clase de experiencias sobre uno, sobre su cuerpo y su resistencia, sobre el amor por alguien, como dice el comercial: No tiene precio! Y lo volveré a hacer si Dios, mi Luz y mi cuerpo me lo permiten porque ya estoy pensando en la del año entrante.
Jenaro Enrique Montes