Mis primeros 10k Unicef 2013 - Fabián Padilla
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EL ANTES
Es como ir por primera vez al colegio, el ritual de preparar la vestimenta adecuada para la carrera, los retorcijones en el estómago por los nervios ante el cumplimiento de las expectativas - en este caso era terminar la carrera - , el desayuno siguiendo las recomendaciones entregadas junto al kit de la carrera, el acercarse al punto de concentración y ver a otros portando los mismos colores de batalla, las conversaciones de otros que ya habían realizado la hazaña de los 10K y que yo empezaba a soñar con terminar, la sesión de calentamiento asistida por el organizador de la carrera. A pocos momentos de la arrancada de la carrera se acomoda uno en los pocos espacios disponibles de asfalto que dejan los demás participantes quienes devoran los lugares ansiosos de terminar sin apenas aún haber salido.
EL DURANTE
La salida es lenta, tratando de acomodar los pies sobre los pocos parches de asfalto que entreveo en la marejada de gente que sale a correr, poco a poco lo que parecía ser un cardumen compacto se empieza a convertir en una desbandada que huye de los depredadores, se empieza a tener más movilidad en las piernas y es cuando realmente comienza la carrera; en los primeros kilómetros me siento ágil y voy recuperando el tiempo perdido al principio por la aglomeración de gente y sin mayores preocupaciones que terminar y disfrutar del paisaje circundante, pero víctima de la sicología del primerizo en estas lides, siento la necesidad de acelerar el paso e intentar quemar un poco de pulmón y adrenalina. El buen clima y los puntos de hidratación hacen que la carrera no sea tan agobiante y que todo se empiece a resumir en mantener un ritmo adecuado y sin exceder la capacidad de las extremidades inferiores para evitar lesiones o calambres sin sentido. El público a un lado de la ruta de la carrera anima a los participantes que empiezan a mostrar los signos de la fatiga y luchan contra lo copioso del sudor en sus frentes que nubla los escasos kilómetros hacia la meta.
EL DESPUÉS
Se cruza la línea de meta, un poco desorientado por la mezcla de sensaciones de cansancio y felicidad y siguiendo a los demás corredores que recibían la medalla de participación en la carrera; tengo la medalla en las manos pero parece un fragmento de material irreal en estos momentos, paso por cada una de las carpas de los patrocinadores del evento devorando los productos para recuperar algo de energía y empiezo a realizar el estiramiento para evitar lesionarme después del esfuerzo realizado. Regreso a casa caminando entre la gente que disfruta de la ciclovía mientras que saboreo el sudor y el metal de la medalla de la carrera.
EL MUCHO DESPUÉS
El finalizar la carrera con un tiempo por debajo del promedio, abrió la posibilidad de empezar a soñar con participar en otras carreras de distintas distancias y un año después felizmente he participado hasta en una media maratón. Un año después y 10 kilos menos observo como tengo mayor vitalidad, un renovado espíritu de combatividad y un humor inmejorable… Aunque esto último siempre lo he tenido grabado en el alma. Esa carrera de Unicef 10k en 2013 que comenzó como una forma de ayuda a la labor de Unicef con la infancia más vulnerable en el país, terminó siendo el inicio de una serie de otras competencias en donde se disfruta la experiencia de exigir al cuerpo cada vez más y aún se conserva al final de cada evento el sabor entremezclado del sudor con el metal de las medallas.
Fabián Padilla Hernández