Mis primeros 42k - Humberto Amado
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Mi afición por correr tomó forma tal vez, por cuestión de salud, estaba sufriendo del ácido “viejúrico” y a una edad en la que había llegado a la madurez, ya andaba cerca de los 47. Y empecé con pequeños recorridos después de dejar a la niña en la ruta, y apenas si eran nada mas de veinte minutos diarios en el parque de la urbanización.
Como quiera que la ciclovía estaba cerca, en la Avenida Boyacá, pues también empecé a salir los domingos y llegar al parque Simon Bolivar en una “extenuante” jornada de 45 minutos después de recorrer no mas de 8 kilómetros, era toda una proeza.
Luego hacia el 2000 a mi hijo mayor lo invitaron del colegio a los 10K de la Media de Bogota y lo acompañe, pero yo en bicicleta, qué imprudente y qué locura. Para el siguiente año ya en décimo grado volvió a participar con otro compañero del colegio y yo me inscribí y salí con ellos y claro, a las 5 cuadras ya no los volví a ver, pero llegue trotando, eso si, no podía quedar tan mal, después de una hora y otros minutos mas.
Lo interesante es que cada vez me gustaba mas salir a disfrutar del ejercicio y sentía que el estrés a causa del trabajo disminuía considerablemente. Ya para el año 2007 había participado como en 5 o 6 carreras de 10K, siempre en la Media de Bogota. En 2008 decidí correr los 21 y pensaba que había hecho buen entrenamiento por que llegaba al Simon Bolívar y adicionalmente daba una o dos vueltas en la pista de trote, lo cual era para mi un gran logro. Qué delicia trotar en el parque.
El presupuesto de tiempo, para ese entonces fue de dos horas, pero el tiempo real fue de 2:16 y entonces llegaron los “análisis” del porque de ese mal tiempo, que no tuve el suficiente fondo, que empecé muy despacio, que me falto mas fuerza, bueno esas disculpas que se da uno mismo; lo cierto es que el entrenamiento no era lo suficientemente fuerte. Pero era una delicia, durante la carrera, ver esa cantidad de gente, apoyando a los atletas con sus aplausos, que yo no podía quedarme callado y en muchas ocasiones he animado la carrera dando vivas a Bogotá, a Colombia y dando aliento a mis compañeros de carrera.
Cuando está uno en este medio se va enterando de muchas carreras y en alguna programación atlética supe de la maratón Andina que se realiza en Paipa. Empezaba el segundo semestre de 2010 y decidí que la correría en 2011, por dos motivos básicamente: uno, mi hija menor para el día de la carrera cumpliría 20 años y por otro, sería mi primera maratón y debía intentarlo.
Y esto es lo que pasa cuando se le toma el gusto a este deporte, que uno esta en función de su siguiente logro y empieza a prepararse para ello, entonces participa en más pruebas; empieza a conocer su cuerpo, a exigirse más; que me falta fuerza, entonces a ver como la consigo; hay que entrenar en otros terrenos, entonces a cambiar de ambiente; bueno que hay que mejorar el tiempo, entonces a cambiar de ritmo, cambiar de rutas, coger mas fondo.
Porque según mi tiempo estimado para la maratón debia gastar máximo unas cuatro horas porque ya los 21K de 2010 los había hecho en 1:56, ilusiones que tiene uno.
Pero bueno, el propósito era coger fondo y tenía que correr como mínimo durante 3 o 4 horas continuas los domingos y entre semana salir mínimo tres días haciendo media o una hora diaria durante los siguientes seis o siete meses para lograr el objetivo, pero eso no es tan fácil, sin embargo ese presupuesto se logro finalmente como en un ochenta por ciento; en los entrenamientos logre trotar hasta tres horas y media, pero sin superar creo los 32 k, es decir hacia falta fondo como dicen los que saben.
Bueno llegó el mes de mayo de 2011 y la fecha de la carrera fue adelantada una semana, es decir la celebración del cumpleaños de la niña no se podía hacer allá, pero el sábado víspera de la maratón yo cumpliría mis 56 mayos, entonces motivos para celebrar era lo que había, así que ese sábado temprano, salimos rumbo a Paipa.
Llegamos hacia medio día y una vez nos ubicamos en el hotel y almorzamos, salimos a reclamar el kit de carrera. Es un bonito encuentro, con un agradable ambiente deportivo, que se enriquece con los paisajes del departamento de Boyacá. En la noche cena de pastas con la presencia de uno de los grandes atletas colombianos de la vieja guardia, Alvaro Mejía, que para la fecha estaba celebrando el 40 aniversario de su triunfo en Boston en 1971. Después de la cena, ya en familia con mi esposa, mi hija y su novio, nuestra celebración. Y a dormir tempranito por que hay que madrugar.
Muy a las siete de la mañana del domingo ya estábamos reunidos los participantes del evento deportivo en la plaza de Paipa, éramos alrededor de mil atletas, repartidos en diferentes pruebas, desde 42 metros, para los mas pequeños, pasando por los 5, 10, 21 y 42 kilómetros.
Y parte la carrera. Era de hacer un circuito de 14 kms, tres veces, entonces había que conocer el terreno en el primera vuelta, y esto si se convierte en una verdadera incógnita por que no tenia sino solamente la información impresa que entregó la organización.
Así que se pudo constatar sobre el terreno, que había dos tramos de subida no muy fuerte y otros tramos destapados, nada alarmante, pero el paisaje era una delicia, todo ese verde que se pueda encontrar y al lado del Lago Sochagota, era para disfrutarlo todo el tiempo. El clima muy fresco casi igual al de Bogota y después de una hora y veintidós minutos terminé mi primera vuelta, me sentía bien y pensaba que con ese promedio mi presupuesto de cuatro horas estaba muy justo.
Como decía alguien en una de estas historias que leí recientemente, hay momentos durante la carrera que uno queda al lado de otro corredor que va la ritmo de uno, pero lo que no es fácil es abordarlo en plena carrera, para conversar un poco, por que puede suceder que le guste ir solo, o no le guste hablar, etc. , sin embargo a mi me gusta saludar a la gente, por compartir, así sea un minuto, y lo hice; al promediar la segunda vuelta le pregunté a mi compañero de al lado como se sentía y me contestó amablemente, que bien; esto me dio ánimo para decirle que con el paso que llevábamos podríamos llegar juntos a lo cual accedió.
Cuatro kilómetros antes de terminar cada vuelta mis acompañantes me brindaban sus voces de aliento, me hidrataban, me consentían y yo feliz porque físicamente me sentía bien. Al final de la segunda vuelta, había empleado una hora y treinta minutos, con lo que ya completaba dos horas y cincuenta y tres minutos de carrera; para este momento mi compañero me indicó que yo siguiera solo, le animé pero ya no continuó a mi lado; esto me hizo recordar el comentario que el día anterior nos había hecho un atleta consagrado, con su experiencia en una ultramaratón, “es necesario que el atleta se adapte a la soledad” por que cada quien sabe de lo que es capaz y hasta donde puede llegar; así que me encaminé mi ultima vuelta. Transcurridos como unos cuatro kilómetros, del tercer giro, recibí mi dosis de calorías, era una superchocolatina que apenas la recibí, pensé en que se me iba a derretir en la mano; sin embargo empezó a llover, la temperatura disminuyó un poco, y yo tratando de dosificar mi porción de chocolate continué mi carrera y oh! sorpresa era tan frío el clima que la chocolatina conservó su dureza hasta el fin de sus pocos minutos de vida.
Para cubrir parte del recorrido de la vuelta es necesario llegar hasta cierto punto y regresarse sobre el mismo trayecto y en ese recorrido se marcan sobre la carretera los kilómetros recorridos, de tal manera que cuando uno va, en ese primer sentido, también puede apreciar cuantos kilómetros le esperan para el regreso. Yo pensaba en el efecto negativo que eso podía producir en mi, ya que había leído, en alguna oportunidad, que los últimos siete kilómetros en maratón se convierten en un conteo regresivo que se hace eterno. Pensando en ello y con el chaparrón que recién había caído fue necesario el aprovisionamiento de gatorade que estaba en el camino, con tan mala fortuna que ya se había acabado en ese punto, como a 300 metros se encontraba el otro puesto, pero sin saber si había o no, además que a estas alturas sentía que era de los últimos y esa sensación si lo puede hacer desfallecer.
A pesar de todo tenía optimismo y estaba cansado pero fuerte mentalmente y emprendí con entusiasmo el ultimo ascenso, después de consumir la ansiada bebida; calculo yo que faltaban unos cinco kilómetros para llegar, y al coger una recta después de una curva, diviso a unos doscientos metros a otro competidor que llevaba un paso mas lento que el mío y me animo a alcanzarlo, creo que logré llegarle después de un kilómetro de “persecución” y empieza a llover otra vez, volteo a mirarle pero el hombre iba ensimismado con los audífonos conectados, trato de superarlo pero el hombre “no da sus piernas a torcer”, llega delante de mi unos metros y paso la meta con cuatro horas y treinta y tres minutos; había gastado en la ultima vuelta una hora cuarenta y un minutos, llegué llegado exhausto pero feliz, tanto que pude posar para mi equipo de reporteria gráfica, mi esposa y mis hijos. Y seguía lloviendo.
Humberto Amado V.