Esta semana, la de mejor entrenamiento que he tenido en los últimos meses, recibí uno de los mejores halagos que me han dado en la vida.  Alguien muy querido me dijo: “tú tienes una mente muy fuerte”.  Quedé de una sola pieza y humildemente les digo que esa es una de las frases que mejor me describe.  En psicología esto se llama resiliencia y se define como:

 

“…la capacidad que tiene un individuo de generar factores biológicos, psicológicos y sociales para resistir, adaptarse y fortalecerse, ante un medio de riesgo, generando éxito individual, social y moral.” Oscar Chapital C. (2011)

En otras palabras, la capacidad para sobreponerse a situaciones difíciles a nivel físico, emocional o social y sacar el mayor provecho en beneficio propio y de los demás  Quiere decir también que la persona ha tenido obstáculos y que eso la lleva a usar su inteligencia de una forma más creativa y asegurando siempre la supervivencia.

¡Sí sí, esa soy yo!  ¡Eso me describe!  Como creo que también describe a muchos corredores.  Se necesita mucha fortaleza mental para correr, para superar la falta de aire de los primeros intentos, para madrugar a correr solos en las calles o en los parques, para correr al final del día luego de largas horas de trabajo, para sacrificar el tiempo dedicado al ocio o mejor aún, para sacrificar el tiempo que se le dedica a la familia y a los amigos. Para dedicar más de 3 horas de un sábado o un domingo a correr largas distancias. Eso requiere fortaleza mental, emocional y física.

En fin, voy al tema de hoy para no desviarme más :)

Las tres primeras semanas de entrenamiento han sido un éxito. Logré correr todos los días que tenía planeado y no tengo ningún dolor con excepción de un asuntito intestinal que me ha tenido con fuertes cólicos y frecuentes visitas al baño. Por ejemplo, ayer sábado que tenía planeado hacer 10 millas, tuve que hacer parada técnica en la milla 5 en el baño del parque para poder terminar, de lo contrario, no habría podido cumplir mi objetivo.

Esta última semana fue así:

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Lunes: Nadé 1300 metros. A las 5:20 a.m. ya estaba en la piscina y tuve que hacer intervalos de descanso cortos porque comenzaba a trabajar a las 7 y no a las 7:30 como suelo hacerlo. Así que nadé como loca
Martes: 5 millas en una ruta nueva llena de lomas. Un día retador porque además del terreno agregué una milla más. Lo disfruté mucho porque, de lo que va del verano, ha sido la única tarde con una temperatura agradable:  20*C y no 30*C o más como es lo habitual.
Miércoles: Descanso total
Jueves: 4 millas con intervalos de velocidad. Luego de la primera milla, corrí 4 piques, cada uno de un minuto, a máxima velocidad. Suena a poquito, pero a ese ritmo, ¡un minuto es una eternidad! Este día comenzó el malestar intestinal.
Viernes: Descanso total.
Sábado: 10.5 millas con el grupo en Pasadena. Llegué a las 6 a.m. y arranqué con el grupo madrugador, pero me quedé atrás en el primer minuto porque son impresionantemente rápidos y terminé corriendo las primeras 5 millas sola. Luego fui al baño como ya les conté, pero a las 7 a.m. me uní al grupo grande.

Jota se burla porque siempre salgo mirando la cámara y haciendo caras. Un poco borrosa por el movimiento.

Jota se burla porque siempre salgo mirando a la cámara y haciendo caras. Esta está un poco borrosa por el movimiento.

Domingo: 3.5 millas en ruta nueva cerca a la casa.

Totales
Millas: 23
Horas de ejercicio: 3 horas 45 minutos
Calorías: 2900 aproximadamente

Ahora bien, puedo decir que gracias a todo el esfuerzo de las semanas anteriores es que me siento mucho más fuerte a nivel muscular y mental que cuando estaba entrenando para San Francisco.  Ya no pongo en tela de juicio la confianza en mí misma.  Ya he logrado superar los malos momentos de los entrenamiento duros y me puedo enfrentar con más coraje a lo que viene. En otras palabras, la resiliencia me ha permitido ser constante con el entrenamiento y terminar cada semana con más fortaleza.

El camino a la resiliencia no es fácil, muchas veces tiene su origen en experiencias traumáticas y en haber llorado hasta literalmente ya no tener más lágrimas, ya sea por una ruptura amorosa o por la pérdida de un ser querido o por la soledad de vivir lejos de la familia y los amigos, o tal vez por todas esas ;). Repito, el camino no es fácil, pero las recompensas que se obtienen por creer en que después de la tormenta viene la calma y que lo que no nos mata, nos hace más fuertes, no tiene punto de comparación.

Los invito pues, a reflexionar sobre todas aquellas situaciones dolorosas que han experimentado; a sacar de ellas todo lo positivo que les dejó y que les ha permitido ser quiénes son y estar dónde están.

Abrazos!


Natalia Vélez-Guerrero
http://www.navegueruns.com/

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