Mi historia en la Maratón de las Flores - Jimmy Reyes
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Son las 2: p.m del dia jueves del mes de septiembre; me apresuro a terminar de reciclar mi última bolsa de residuos, que por cierto está repleta de indolencia e indiferencia , de falta de corresponsabilidad con nuestros residuos que producimos en nuestro alocado rumbo del consumo, separo papeles , vidrios, plásticos, cartones y otros cacharros que se encuentran perdidos , en ese mar de mezcla de basura, que va aparar al océano de mi ciudad llamado el relleno sanitario, por fin termino , cojo mi mochila y me despido de mis compañeros de lucha, me apresuro a coger el Transmilenio que me lleva como un rayo a mi humilde hogar, en donde mi maleta de viaje (encontrada en la basura) me espera para partir hacia el terminal.
Después de regatear a muchos transportadores, por fin uno me llevara por $500000 pesos del alma hacia la ciudad de la eterna primavera en donde me espera mi otra pasión el atletismo. Después de 12 horas de un viaje incomodo llego a Medellín, cojo el metro que me lleva hasta el centro, busco el sitio en donde se realizara la feria de la maratón de las flores y me apresuro a inscribirme, $ 75000 pesitos del alma; reclamo mi kit y salgo en busca de un hotel para descansar ya que no he dormido y el cansancio ya hace mella en mi cuerpo, en el camino me encuentro con un atleta aficionado que también viene a correr la maratón, decidimos unirnos para conseguir un hotel a nuestro presupuesto de un reciclador y un humilde pensionado y por $60000 pesitos del alma la noche conseguimos un hotel, duermo como un oso hibernando y al día siguiente (sábado) hago un pequeño recorrido atlético alrededor de la villa olímpica muy suave, 45 minutos de solo rodar y rodar.
Por fin llega el día de la maratón , saco mis zapatillas NB que un amigo atleta me vendió casi regaladas, me pongo mi camisa y numero, tomo mi cafecito, con pan integral, y salgo con una sensación de emoción, ansiedad y meta fija de terminar los 42 y 195 km. Zass , sale la carrera, cojo mi ritmo y comienzo a devorar los kilómetros, al llegar al desvio de los 21 km, con asombro veo como se reduce de forma inmensa la multitud de atletas y personas que nos dan aliento, termino solo con un atleta que por su aspecto fisco es un gringo, subo y subo y luego me descuelgo para llegar a la meta con la lengua seca en 3:21 horas.
Se cumplió, lleno de alegría, recojo nuevamente la maleta y corro hacia el terminal de regreso a mi ciudad a mi otra pasión RECICLAR.
Jimmy Reyes