Los primeros 12k Bodytech - Diego Reyes
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Corridos los 10k de la MMB y con la ansiedad de saber si la pierna responde, me preparo para la competencia que avisa 12k, aunque sea la 1ª vez que Bodytech la organiza. No falta la prevención por ello pero las ganas de correr en competencia superan las dudas.
Las diferencias con otras carreras fueron muchas y por razones obvias que tienen que ver con el prestigio y el consecuente número de participantes: el primer gran indicio es que Transmilenio no está vestido con el color de la competencia, cuando llegas a la estación cercana al punto de encuentro de salida y llegada la mancha de colores no te indica la proximidad del mismo, cuando ingresas a la plaza no tienes barricadas para el acceso y la más importante, solo hay 3 personas en la fila para hacer uso de los baños públicos, donde se descansa del exceso de hidratación previo a la competencia.
Los competidores cabemos perfectamente en la plazoleta Obelisco Virgilio Barco y podemos realizar el calentamiento dirigido desde tarima con plena libertad de movimientos. La salida programada para las 9:10 am realmente inicia desde las 9:00 am cuando todos nos dirigimos hacia el corredor de salida, delimitado sobre la calle y como en todas las carreras, demarcado por un gran arco que en este caso, tiene los colores institucionales del organizador. Desde lejos se divisa el reloj que marca el 0:00 y un gran grito de alegría y emoción brota de todas las gargantas cuando pasa al 0:01. Revisamos si el chip se encuentra bien colocado entre los cordones del zapato del pie derecho para que marque con precisión nuestro tiempo independiente que salgamos minutos más tardes de ese instante. Revisamos que el Iphone colocado en nuestro brazo derecho tenga abiertas las aplicaciones de música y la que nos acompaña en el recorrido indicando distancia recorrida, tiempo invertido y promedio. Los audífonos funcionan y caminamos alegres hasta cruzar las alfombras que inician el conteo del chip. Activamos también nuestro programa de correr e iniciamos la aventura.
El sol ha salido a mirar los corredores desde su ventana celeste y se une alegre a la fiesta. Afortunadamente los vientos de agosto, envidiosos, también se unen a la carrera y la mezcla de las dos compañías nos abraza en tanto corremos. Los primeros kilómetros fueron desconcertantes porque me sentí cansado y corriendo por debajo de mi promedio, el cual dicho sea de paso, es el de los corredores novatos intermedios: 6:21 minutos por cada km. De ello me hice consiente a la altura del km 6, dando la vuelta al parque Simon Bolivar.
La voz salsera de Jerry Rivas, uno de los legendarios cantantes del Gran Combo entona en el Iphone Amame y la música capta mi atención, las piernas se tornan menos pesadas, la respiración vuelve a ser normal y mi mente se deja arrastrar por la letra, repitiéndola y mis pies y brazos se entrelazan con la música y los kms se vuelven metros y la sonrisa gratifica mi rostro. A..ma..mee…has…taaaa…que..sal…ga …el ….alba..vi..da…mía se vuelve un motor que cadenciosamente mueve las bujías de mi cuerpo a su ritmo, los hombros van a lado y lado como las olas del mar y los brazos empujan con su movimiento el camino hacia adelante. El recorrido sobre la calle 53 y una pequeña parte de la carrera 60, en el cual se avanza por un carril y se devuelve por el otro termina de levantar mi ánimo al verificar con mis ojos que son muchos los corredores que viene detrás mío. El km 10 a la altura de la carrera 50 es el aliciente que necesitaba para comprender que lograría terminar bien, pues mi Iphone en tono amoroso me susurró al oído que llevaba 1 hora 3 minutos, lo que significaba 1 minutos menos que el tiempo alcanzado en la pasada competencia. Bien. Nueva sonrisa: es increíble el impulso que significa sonreír cuando se compite.
En los últimos 2 kms no se sabe si “darla toda” o continuar a tu ritmo para llegar sin problemas; en mi caso, dado mis 61 años y mi preocupación por que mi lesión pueda reaparecer acogí la 2ª opción y todo marchaba de maravillas hasta que una linda niña, vestida toda de negro, menos sus relucientes zapatillas de colores vivos muy de moda en el momento, me sobrepasó. Abandonar su visión no fue posible y mi ritmo se acompasó con ella; ignorante que yo competía con ella siguió glamorosa con su paso hecho melodía. Era el bálsamo final que necesitaba para terminar. Sin embargo, el impulso competitivo de los que corremos me hizo imaginar que ella era la única rival que tenía para ganar la carrera y empecé a apretar mi paso; poco a poco la distancia se acortó y el deseo de ganarle pudo mas que el de contemplarla; la pasé de largo y me sentí ganador.
Faltando 200 metros mi intuición competitiva me hizo mirar hacia atrás, a mi derecha y allí venía ella, con la frente sudorosa por el esfuerzo y su pelo que furiosamente peleaba con la brisa, debajo de su balaca fluorescente. Competía conmigo ¡!!!. Venciendo mi espíritu caballeroso que me indicaba, como lo enseñó mi padre, que las damas son primero, apreté más mi paso y crucé victorioso cuando el reloj de la competencia marcaba 1:17:20 y mi Iphone marcaba 1:15.02. No volví a saber nada de mi rival ocasional pues la alegría de alcanzar la meta con el tiempo que me había fijado me hizo desentenderme de todo lo demás. Y ahora solo a pensar en los próximos 21 km.
Diego Reyes