Yo corro, yo creo, yo pongo el reto - Ana Carolina Quiroga
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Nunca fui una gran deportista, pero de un tiempo para acá mi pasión es correr, pasión que fortalezco entrenando casi que a diario.
A nivel personal siempre me ha gustado tener retos que cumplir y buscar satisfacciones personales, así que este año me empeñé en iniciar mi participación en carreras especializadas. Dentro de las que elegí estaba “Nike, We run Bogotá 2012” mi primera carrera de 10k, mi primer reto en esa distancia. Inicié mi entrenamiento meses antes de la carrera, con disciplina cada vez más superaba las pruebas que me ponían. Un par de semanas antes de la carrera, surgió una dificultad en el camino y esta vez tenía toda la cara de dañar mis planes. Debido al fuerte entrenamiento que estaba llevando a cabo, mi rodilla se inflamó y me diagnosticaron bursitis lo que además me obligaba a guardar reposo y a evitar ejercicios de alto impacto como el trote durante un par de semanas, como quien dice no podía ir a la carrera. La médica que me conocía y sabía de mis planes me explicaba las razones y qué sucedía si no seguía las instrucciones. La noticia no me cayó muy bien que digamos, tengo que aceptar que sentí un poco de frustración y decepción, alcancé a pensar que había hecho mucho esfuerzo para nada. Pero en medio de todo, pensé en mí en lo que me motiva a correr, en lo que gano cuando corro, lo feliz que me hace, las tensiones que libero y las sonrisas que cada pisada me deja.
Creí en mi, en mis ganas para lograr lo que me propongo, por tonto que suene, esta vez la carrera era mi reto mi meta y si no podía correr tenía que seguir buscando en el entrenamiento lo que me motivaba. Seguí entonces las recomendaciones del médico, dejé de subir escaleras, mi entrenamiento cambió, dejé de correr e inicié un programa de fortalecimiento de la rodilla. Días antes de la carrera la médica me buscó para hacer una revisión, en la cual hasta ella misma se sorprendió. La inflamación había bajado, el dolor había desaparecido e incluso la flexibilidad había mejorado. Ella misma me felicitó por mi disciplina y confesó que no acostumbra a hacerlo por el poco tiempo que llevaba recuperándome, pero me autorizó a correr, palabras que confieso no esperaba pero que me emocionaron al punto que terminé abrazándola y agradeciéndole todo.
Al día siguiente estaba recogiendo mi kit de la carrera y estaba muy emocionada. Me sentía como una niña chiquita con un regalo de navidad anhelado, exagerado y todo, pero me sentía así. Finalmente llegó el día de la carrera, madrugué me alisté y llegué muy puntual a la cita. Debo confesar que en ese momento me dieron nervios porque había muchas personas a quienes se les notaba el entrenamiento y la experiencia en carreras. Sentí en un momento que iba a hacer el ridículo. Pero luego empezó el calentamiento, me emocioné y dieron la partida de la carrera. Al principio solo observaba, me tomaba mi tiempo en cada pisada y recordaba todas las recomendaciones del entrenador. A medida que avanzaba la carrera iba a retándome, subiendo el ritmo probando hasta donde podía llegar. En mi mente todo el tiempo estaba el tiempo que por las pruebas tenía presupuestado demorarme y solo me repetía que quería superarme y tener una marca por debajo de ese tiempo.
Me gocé cada paso de la carrera, confieso que sonreí mucho a pesar del sol, de los dos puentes que hubo y de una que otra persona malgeniada. Es reconfortante ver la indicación del último kilómetro de carrera y saber que te quedan muchas más ganas para lograrlo. Finalmente lo logré, ví la meta y aceleré el paso quería llegar ya. Llegué tan despistada que no me fijé en el tiempo, de hecho casi no paro, entré al parque corriendo hasta que ví a la gente caminar paré y me sentí totalmente satisfecha. Recibí hidratación, la hermosa medalla, la refrescante manzana y agua mucha agua. Recuperé y en ese momento caí en cuenta del tiempo. Vaya a ser mi sorpresa más adelante, según el tiempo oficial había cumplido mi meta con 10 minutos por debajo de lo que esperaba, 10 enormes minutos que fueron mi gloria, ahí si me sentí ganadora aún más ganadora, si eso sentí yo no quiero imaginar que sienten los grandes atletas cuando reciben medallas olímpicas. Pero bueno, esa era mi meta y en ese momento me sentí feliz y plena para que más.
Desde entonces me he propuesto más retos deportivos que sé puedo lograr y me digo a mi misma día a día “y eso que eras antideportista”. Al que puedo le digo “ven y corremos no sabes lo bien que te hace” a algunos les gusta a otros no tanto, pero bueno, les regalo mi pedacito de felicidad cuando troto y soy libre, soy yo.
Ana Carolina Quiroga